(Por Gabriel Abusleme Alfaro, www.gabrielabusleme.cl)
El precio del petróleo está llevando el valor de las gasolinas a niveles insospechados e insoportables para los consumidores no sólo de Chile, sino del mundo.
No sólo pagamos gasolina cuando cargamos el estanque del auto, sino que un buen porcentaje son impuestos. Esta semana, el valor del litro fue de $ 665, de los cuales $ 300 son impuestos; es decir, el tributo aumenta en un 82 por ciento el precio de este combustible.
El impuesto específico (6 UTM por mt3 ) está basado en la UTM, la cual aumenta diariamente de acuerdo al IPC, el cual aumenta fuertemente influido por el alza de los pasajes y los combustibles, por lo cual aumenta la base sobre la cual se aplica el IVA, causando una escalada de impuestos que lleva al fisco a recaudar sobre los mil 500 millones de dólares al año.
La muy buena intención al crear este impuesto, era construir y mejorar las calles y carreteras. Pero hoy, para ese fin, se asigna un tercio del monto recaudado, y observamos extasiados las nuevas autopistas privadas que cobran un justo peaje por la inversión efectuada..., y el pobre Moya paga peaje, más impuesto específico; es decir, dos veces por el mismo servicio.
Son muchas las voces que se alzan pidiendo piedad al gobierno, y que reduzca el monto de este impuesto. El ministro de Hacienda fue enfático al negar esa posibilidad (sospecho que hasta que se produzca un paro como el de los estudiantes), como corresponde a un ministro de la Concertación, sector político que lleva el alza de los impuestos en su ADN. Posiblemente, veamos a Osama Bin Laden felicitando a George Bush, antes que una rebaja de impuestos en Chile.
Como si lo anterior no bastara, se nos habla eufemísticamente de "impuesto a los combustibles", cuando en realidad lo que se está gravando es el transporte, ya sea de personas o carga, pues los combustibles no se utilizan para beber, lavar o regar, sino que son el insumo básico para los vehículos, por lo cual debiera cambiarse el concepto a "impuesto al transporte".
Se puede imaginar el efecto en el costo de vida para las regiones extremas, que ven encarecer los fletes para traer y llevar productos, lo cual nos aísla y centraliza aún más las actividades económicas en Santiago.
En resumen, la regla que nos impone el centralismo es "con cara gano yo, con sello pierdes tú".