21.1.06

destino.


Sus ojos profundos no dejaban de mirar, no importando donde yo caminase. Sus ojos oscuros no dejaban de preguntar, la luz de la luna, me indicaba que pronto sería la hora del relevo. En silencio sobre las dunas su cuerpo crecia y el mio comenzaba a pesar demasiado. Finalmente, todo se dio por terminado, llego la hora del relevo. sentí la caida y el crujir de las piedras. Ahora me tocará vigilar el desierto por otra centuria.

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