Recuerdo despertar y partir corriendo a la casa de mi abuela, una pequeña casa construida al lado de la nuestra. Allí ella me esperaba con un mate, un brasero, sopaipillas de 10 pulgadas, huevitos frescos y las historias de los mineros del carbón. Mezclas de leyendas de los hombres del campo, de la hombres de la zona mapuche y de los hombres que desde ultramar llegaron a trabajar en los laboreos de los Cousiño. Eran historias llenas de apariciones, fantasmas y brujos. Historias que se contaban para pasar el tiempo.
1.- El brujo nuevo que aprendía a volar: Decia mi abuela que a veces se veia un hombre saltando desde el cerro donde esta emplazado Lota Alto a un barranco. Y que en menos de un minuto estaba de nuevo saltando. Era un brujo aprendiendo a volar. Y si notaba que lo observaban vendría de noche a hacer un mal. Así que uno no debía mirarlo.
2.- El diablo en el fuego: Cuando una mujer bonita estaba en el patio atizando una fogata, debia tener cuidado de darle la espalda al fuego, porque el diablo podía darle un agarraron el problema es que como diablo encarnado en llamas el agarron dejaba marcas de quemada.
3.- Las brujas mapuches. Los mineros eran culturalmente mujeriegos, en Lota las mujeres peleaban por un hombre. Una de las peores cosas que le podía pasar a una mujer de minero era que su marido tuviera una amante mapuche. Pues conocían magia y podían hacer el mal. Por eso en las puertas se colocaban estampas del sagrado corazón, cruces de palquí y diferentes contras que le compraban a curanderos criollos o machis mapuche.
4.- El ratón de las minas: A veces un brujo viejo quería cuidar a su hijo en la mina y lo seguia como un ratón evitando que otro brujo le hiciera un mal.
5.- El amigo brujo: Si un minero de repente ayudaba a un forastero, a veces lo seguía un chonchon. Pero no para hacerle mal sino para devolver el favor cuidándolo avisando a otros brujos que ese hombre tenía protección.
6.- Los muertos en los piques. En el cerro mirador de Buen Retiro, comuna de coronel, un pique de los Cousiño se hundió con 300 hombres dentro. El pique quedo conectado con el mar y los cuerpos quedaban en las galerias, sin posibilidad de rescatarlos. En las tardes de borrasca el pique llamaba suicidas, y sus fantasmas se podían ver a lo lejos. Pero por nada del mundo había que acercarse demasiado a la orilla, pues allí el deseo de saltar se hacia más fuerte.
Yo escuchaba maravillado estas historias sencillas y para un niño, un poco aterrorizadoras. Tanto que para moverme los 40 metros que separaban las casas me tenían que ir a dejar.